Jesús Soler: Texturas en el espacio

“Nada temo más que mi propia obra perdida entre infinitos planos que componen cierto espacio”

¿Se puede tocar la pintura? ¿Se puede sentir a pintura? Jesús Soler nos demuestra con su obra que todo es posible; la variedad de materiales que emplea y la riqueza de texturas, incitan al espectador a acercar la mano hasta la obra y recorrer con los ojos cerrados y los dedos extendidos la superficie de ésta.

Y es que, si bien la pintura es un arte pensado para ser contemplado, admirado y apreciado (de lejos), lo cierto es que la pintura de Soler apela también al sentido del tacto, y permite que la piel descubra lo se le escapa al ojo.

Sus obras impresionan sobre todo por su fuerza, vitalidad y dinamismo, su originalidad y autenticidad, unas obra que poseen una gran calidad técnica y un magistral empleo del color que cautivan a todo aquel que contempla la obra de este artista, pues encuentra en ellas algo que hasta ahora no había tenido la oportunidad de apreciar: el contacto directo con el cuadro.

Desde ese punto de vista debemos apreciar y admirar la obras de Soler, pues ahí reside la esencia y la razón de ser su arte donde por primera vez el espectador no se acerca a la obra, si no que la obra se acerca al espectador.

Posiblemente tal acercamiento no responda a una actitud consciente por parte del artista y tan solo sea una consecuencia de su interés por el estudio de texturas, pero como sucede a menudo, la obra deja de «pertenecer» al artista en el momento que se muestra al público, es entonces cuando cobra autonomía propia y debe «hablar» por si misma.

Lo primero de lo que nos «hablan» las obras de Soler es de texturas, texturas conseguidas a partir de materiales diversos, que indagan dentro del espacio con sus diferentes planos y que buscan rebasar los limites de lo bidimensional sin llegar a escapar del ámbito pictórico.

De esta forma sus obras se convierten en un juego e intercambio de volúmenes que se salen del marco, cuyas texturas ya no se simulan mediante el dibujo, si no que se hacen explicitas con el material. Por su parte las perspectivas, antes ficticias y simuladas, cobran vida gracias a os distintos planos que el material origina.

Por eso estas composiciones resultan tan atractivas y originales, porque su tratamiento es absolutamente innovador, las formas y las figuras son realizadas de una manera muy singular, que permiten hablar (no sin cierto reparo) de una pintura «en relieve».

Este artista, que siente verdadera pasión por las texturas, emplea todo tipo de materiales: polvo pómez, marmolina, celulosa, cartón. lana de acero, yeso, serrín… que lo acercan a las tendencias actuales, sin embargo no incorpora estos elementos a modo de collage, si no que se sirve de ellos para llevar a cabo un estudio del espacio.

Soler entiende que cada material va a ocupar un plano distinto en ese espacio, conformando unas sombras y contrastes determinados, de ahí su interés por los efectos de la luz, que estudia con una minuciosa y cuidada atención. El hecho de que posea nociones escultóricas, contribuye a su preocupación por el análisis de los volúmenes y su disposición en el plano, sin olvidar el movimiento, las sombras ni las luces. Unas luces y unas sombras que se realzan gracias al color, ese  color que todo lo cubre con gran fuerza y vitalidad, que  moldea los contornos, define los focos de luz y envuelve la composición. El mismo que potencia además ese carácter táctil de las texturas y termina de configurar el dinamismo existente en toda la composición.

Son violentos y agresivos brochazos de color que impactan al espectador, le cautivan y le seducen desde el primer momento, en ocasiones resultan hasta provocadoras y desafiantes pinceladas que fascinan al espectador, le encantan y finalmente le atrapan de manera inconsciente.

Así es como se aprecia en estas obras rebosantes el color, y así es como a querido expresar el artista, quien condensa todo el expresionismo en su pincelada amplia, rotunda y precisa. Sin duda Soler es un gran colorista que maneja la paleta con el conocimiento del que posee una larga y notoria experiencia, por eso cuando aplica los colores no espera solo cubrir los lugares vacíos, si no que pretende dar vida a la composición.

Así, poco a poco el color se va apoderando del cuadro, penetra en el interior de las formas, figuras y fondos, y se convierte en el protagonista indiscutible, dejando a su paso una explosión de luces y colores, de tonos ocres, amarillentos, rosados, verdes, azulados, rojizos y anaranjados.

Unos colores que nos remiten a la naturaleza, como son el verde de los campos y de los árboles, el ocre de los trigales o el azul del mar, los cuales ponen de manifiesto la debilidad que siente este artista por los paisajes, las escenas campestres, las playas, y muy especialmente las naturalezas muertas, o mejor debería decir «naturalezas vivas» (como prefiere llamar el artista), quien afirma que si se aprecia el paulatino deterioro del elemento que es objeto de estudio, es por que aun no esta muerto definitivamente.

De cualquier forma, dichas naturalezas vivas ofrecen un amplio repertorio de frutas y recipientes con los que el artista trabaja y juega, alternando en sus composiciones las diversas formas y sus volúmenes, creando perspectivas, organizando los espacios y equilibrando las escenas. En definitiva, todas las cuestiones técnicas de la pintura aparecen reflejadas en este tipo de composiciones. Pero la creatividad e inquietud de este pintor va mucho mas allá del ámbito estilístico, por eso no se limita a presentar sencillas composiciones de frutas, si no que estudia también su vida interior, mostrando al mismo tiempo la forma y la esencia de la fruta. Es entonces cuando comprendemos su termino «naturalezas vivas» y nos damos cuenta de que realmente las naturalezas que  representa están vivas, se mueven, respiran.

También investiga en el campo del retrato, que le permite estudiar con mayor detenimiento la psicología del personaje, sus aptitudes y sus gestos que refleja a través de unos rostros estructurados. Se adentra incluso en la iconografía religiosa, donde deja constancia de su capacidad para dotar a las escenas de sentimiento, ternura y toda una carga emocional.

Como se puede comprobar, Soler posee un estilo único y muy singular, que caracteriza sus composiciones e identifica su manera de hacer y de pintar. Este artista busca en cada una de sus obras la inmediatez y la espontaneidad, pero de forma consciente trabajada; desea dotar a sus cuadros de una naturalidad que exige sin embargo de mucho trabajo, muchos estudios previos y muchas reflexiones.

Y es que cuando este pintor se sitúa frente a la obra definitiva, ya tiene muy claras y muy bien definidas sus ideas; por eso sabe como va a resultar la composición final. Es un lento y costoso proceso que se inicia con el dibujo, con los bocetos preparatorios y el estudio de la composición, se continúa con la incorporación de materiales y el trabajo “artesanal”, y se termina con la aplicación del color, que actúa como elemento unificador de la obra.

A pesar de este elaborado proceso de ejecución, el resultado son unas obras aparentemente espontáneas, donde se capta un momento preciso: Las uvas deslizándose por el frutero, los melocotones a punto de caer, las cerezas balanceándose en la rama o las aguas arrastrándose hasta las rocas.

Sucede sin embargo, que a pesar de representar un momento preciso, nos encontramos con que las obras de este pintor despiden dinamismo por todos lados. ¿Cómo es posible que sus obras sean tan dinámicas y espontáneas, y al mismo tiempo tan sobrias, tan concienzudamente estudiadas? Ese es el gran secreto de este artista, el saber respetar el dinamismo y movimiento con una sorprendente soltura y naturalidad, pero mostrando también todo el trabajo que es necesario e imprescindible para conseguir aquello que el pintor desea.

Pero no todo va a ser academicismo en la obra de este pintor, quien por encima de todo se propone renovar e innovar, desea realizar una pintura nueva y original afín al espíritu vanguardista, sin que por ello tenga que renunciar a los valores tradicionales. Su pintura de texturas y materiales es el resultado, una pintura que abre una brecha en el campo de las vanguardias, una pintura que impacta y a la vez atrae,  que revoluciona pero desde dentro de la misma pintura, sin romper las leyes del campo pictórico.

Soler es un artista que considera que “hay que saber construir para aprender después a destruir”, por eso para llegar hasta donde se encuentra ahora, ha tenido que dibujar antes mucho y haberse ejercitado en la pintura. Así hace un momento decíamos que es un gran colorista, debemos decir ahora que es también un estupendo dibujante.

Ciertamente este pintor posee una larga trayectoria artística y una gran experiencia, desde que comenzase siendo aun joven hasta nuestros días, ha experimentado, investigado y trabajado mucho. Sus ansias por conocer y aprender le llevaron a estudiar unos cursos de arquitectura, escultura y más tarde pintura, y aunque definitivamente se ha decantado por esta ultima, tiene ciertas influencias del resto de las artes.

En un futuro espera seguir investigando con los volúmenes que le proporcionan las texturas y profundizar en ese nuevo vanguardismo en que se ha embarcado, manteniendo siempre esa coherencia, sin renunciar al soporte pictórico. Actualmente es un artista cuya cotización esta en alza, pues su arte comienza a adquirir un reconocimiento verdaderamente merecido.

Mª Sol G. Moreno